Aprendemos la brevedad mediante Jesús

Este fin de semana terminé un libro que te recomiendo: “Cuando Dios susurra tu nombre” de Max Lucado. Es un libro de meditaciones en las cosas diarias de la vida, pero siempre tratando de buscar la enseñanza que Dios tiene para ese momento.

Hay muchas páginas marcadas y cosas que me llamaron la atención, pero rescato la siguiente: La brevedad de Jesús al predicar. Él era claro y directo en su predicación.

Muchas veces he asistido a sermones largos y cansadores. El predicador “se va por las ramas”. Empieza hablando de José y sus hermanos y termina con la visión de Juan allá en el Apocalipsis. Al final del sermón hay tanta información que si te preguntan sobre qué predicó ya ni te acuerdas.

Aprendemos la brevedad mediante Jesús:

Su sermón más importante puede leerse en ocho minutos (Mateo 5–7). Su historia más conocida puede leerse en noventa segundos (Lucas 15.11–32). Hizo un resumen de la oración en cinco frases (Mateo 6.9–13).

Acalló a acusadores con un desafío: “Jesús se levantó y les dijo: Si alguno de ustedes nunca ha pecado, tire la primera piedra”. (Juan 8.7).

Rescató a un alma con una oración: “Jesús le dijo: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Lucas 23.43).

Hizo un resumen de la Ley en tres versículos: “El primero y más importante de los mandamientos es el que dice así: “¡Escucha, pueblo de Israel! Sólo Dios es nuestro dueño; él es nuestro único Dios. Ámalo con todo tu corazón; es decir, con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales”. Y el segundo mandamiento en importancia es: “Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo”. Ningún otro mandamiento es más importante que estos dos. (Marcos 12.29–31)

Y redujo todas sus enseñanzas a un mandato: “Y esto es lo que les mando: que se amen unos a otros, así como yo los amo a ustedes”. (Juan 15.12).

El Mensaje de Dios es más sencillo y entendible de lo que pensamos. Jesús no desaprovechó el tiempo que tenía. Nosotros tampoco deberíamos: Predica siempre, si es necesario usa palabras.

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