Jueves Santo: El Poder de Arrodillarse para Servir
1. El Jueves Santo: Una cena, un gesto, una revolución silenciosa
En el calendario litúrgico cristiano, el Jueves Santo marca el inicio del Triduo Pascual. Es el día en que se recuerda la Última Cena, cuando Jesús comparte el pan y el vino con sus discípulos, instituye la Eucaristía y, en un gesto profundamente disruptivo, se arrodilla a lavar los pies de sus apóstoles.
No es un día cualquiera. Es la víspera de la crucifixión, cuando la traición ya ronda y la muerte es inminente. Y sin embargo, en ese contexto de tensión, lo que Jesús hace no es huir, reclamar o resistir. Sirve.
Lava pies. Parte pan. Mira a los ojos. Ama hasta el extremo.
En ese gesto, aparentemente sencillo, se esconde una de las lecciones más poderosas para cualquier líder, ser humano o alma en camino: quien verdaderamente ama, sirve; y quien verdaderamente lidera, se arrodilla.
2. Arrodillarse: El desafío al ego que transforma
Desde la psicología práctica, sabemos que el ego teme lo pequeño, lo humilde, lo que lo descentra. El ego quiere destacar, controlar, poseer. Por eso, el acto de Jesús lavando los pies —tarea reservada para esclavos— no solo es profundamente simbólico, es una afrenta directa al ego colectivo y personal.
¿Quién soy yo para lavar los pies de otro?
Ambas vienen del mismo lugar: la desconexión con el verdadero ser.
Cuando nos reconocemos como canales del amor, cuando entendemos que servir no nos disminuye, sino que nos expande, entonces dejamos de resistir el acto humilde y comenzamos a ver en él nuestra verdadera grandeza.
3. Liderazgo consciente: El legado del Maestro
Jesús, como líder, no delega la humildad. Él mismo toma la toalla y el agua. Él mismo enseña que el legado no se construye desde discursos grandilocuentes, sino desde gestos auténticos.
"Les he dado ejemplo, para que lo que yo hice con ustedes, ustedes también lo hagan" (Juan 13,15)
Ese ejemplo no caduca. Se vuelve más vigente que nunca en un mundo donde el liderazgo se ha confundido con el control y donde muchos cargos altos están vacíos de propósito.
4. El pan compartido: Comunión, no competencia
Y, sin embargo, también hay tensión. Judas está presente. La traición está cerca. Pero Jesús no excluye a nadie. Su amor es tan profundo que sabe a quién tiene delante y aún así le lava los pies.
¿Qué tan dispuestos estamos nosotros a mirar con amor incluso a quienes nos fallan?
Este Jueves Santo nos confronta con esa pregunta. Nos invita a revisar nuestras relaciones, nuestras mesas, nuestras intenciones.
5. El servicio como práctica espiritual
Hay muchas formas de vivir la espiritualidad, pero el servicio consciente es una de las más profundas. No hablo de hacer favores por compromiso, ni de actos para “ganar puntos” ante Dios o ante los demás.
El verdadero servicio es libre, compasivo y transformador.
En mi camino, he aprendido que no hay coaching, consultoría o estrategia que funcione si no hay un alma dispuesta a mirar más allá de sus intereses y conectar con su misión.
El Jueves Santo nos recuerda que todos tenemos una toalla y un jarro de agua simbólico al alcance. Que en cada día hay oportunidades para arrodillarnos, mirar al otro con dignidad y decirle: “Estoy aquí para ti”.
6. La traición y el perdón: Dos maestros incómodos
También es importante no romantizar el Jueves Santo. Porque junto al gesto del amor, aparece la traición. Judas. El beso que duele. La moneda que pesa.
Y aquí otra lección vital: quien ama, corre el riesgo de ser herido. Pero también tiene el poder de perdonar.
En nuestras vidas personales y profesionales, todos hemos tenido “Judas”. Personas que nos fallaron, que nos usaron, que nos vendieron por un beneficio propio. Pero el Jueves Santo nos invita no solo a identificarlos, sino a sanar la herida y perdonar desde la conciencia.
No por debilidad, sino por libertad.
7. Aplicar el Jueves Santo en la vida diaria
No se trata solo de una liturgia o un rito religioso. Se trata de una actitud ante la vida:
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En casa: ¿estás dispuesto a servir sin esperar nada?
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En el trabajo: ¿lideras con humildad o con imposición?
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En tu comunidad: ¿compartes o compites?
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Contigo mismo: ¿perdonas tus errores o te castigas?
El Jueves Santo puede vivirse en una mesa familiar, en un acto de escucha sincera, en un correo enviado con respeto, en una decisión tomada desde el alma.
8. Reflexión final: Lo que arrodillarse revela
Este Jueves Santo, más allá de credos o doctrinas, es una oportunidad para reconectar con lo esencial:
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¿A quién estás sirviendo con tu vida?
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¿Qué tipo de legado estás construyendo?
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¿Desde qué lugar lideras: el ego o el alma?
Porque al final del día, no seremos recordados por nuestros títulos o nuestras posesiones, sino por cómo hicimos sentir a los demás. Por cuántas veces tomamos la toalla, el agua y nos arrodillamos para decir: “Estoy aquí para ti”.
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